martes, 25 de octubre de 2011

PLIEGUES DE UN KIMONO


Exposición individual del artista Joao Rodríguez, la muestra consta de aproximadamente  20 piezas elaboradas entre 2010 y 2011.  La técnica es pintura cerámica sobre piedra volcánica, son lajas de piedra esgrafiadas sobre pintura cerámica y  horneadas a alta temperatura, trabajadas por invitación de Estudios Granada.

Las piezas hacen referencia a formas orgánicas y pliegue de telas y tejidos donde el valor lineal es el elemento principal de la obra, dibujos de una sola línea y la acumulación de estos dan nombre a cada una de las piezas como: 493 hojas, 31 flores.

El trazo de una sola línea hace referencia a la construcción de palíndromos (frases o palabras que se leen de izquierda a derecha y de derecha a izquierda) en este caso el dibujo puede ser hecho en ambos sentidos obteniendo la misma figura.
Esta será la exposición  numero 29 individual del artista. 









Shunga

 “Es una sombra negruzca, como una capa de polvo, que se aloja entre los dedos,
 en el contorno de la nariz, alrededor del cuello, en el hueco de la espalda"
Jun'ichirō Tanizaki

Algo que se pega en la punta de los dedos. Distante como una isla bajo el cobijo de una sombra y perfecto como la línea dirigida por el pulso, el cansancio y la repetición. Habrá que inventarse un palíndromo de letras elegantes: largas, delgadas, blancas y frías –según la tradición oriental– para describir el dibujo limpio y mate de Joao Rodríguez. Un palíndromo que haga honor al refinamiento de la palabra que lo nombra, de la fragilidad de su "l" y la plenitud de sus dos "o". Un lenguaje de piedra que permanezca, se caliente en alta temperatura y herede en sus moradores efímeros algunas metáforas de hojas, hojas con aire, hojas de pino, puntadas, tejidos, telares o un kimono abierto y apenas detenido por la cintura con la mano después del baño, en el cuerpo inmaculado de esa chica que deja al aire un seno en el grabado de Toyonobu. Algo de misterio habita en la extensión casi infinita de la tela de un kimono. Quizá Rodríguez es esa mano.

Después de los pliegues del kimono, el poema de seda, habrá que abstraer ese tacto que se recuerda con los ojos y que suelen memorizan los labios (porque la piedra detiene la humedad de la boca, de allí las grietas que sólo cura la cera). Extender la vista hasta el polvo negro alrededor del cuello donde el creador dibuja la vastedad de la tierra, esa pulsión que persigue la punta que apenas rozó este lienzo negro. Delinear los huesos debajo de la piel y la rigidez del apetito geométrico. Desdibujar en líneas blancas la oscuridad y la dureza. Encontrar una isla. Respirar hondo. Volver al principio del color. Permitir el instinto natural de la forma. Despertar. Leer al revés un dibujo largo. Describir el deseo del tacto y comenzar a dibujar otra hoja sin viento para tejer el siguiente kimono. Rehacer su vastedad en piedras que después del horno se tornan omnipotentes. Yukio Mishima pretendió escribir con su sangre el ideograma "espada" mientras moría.
                                                                                                                                 Dolores Garnica








No hay comentarios:

Publicar un comentario